En esta reflexión voy a tratar la relación entre la arquitectura y lo que la rodea, ya que tras haber leído el texto de Atmósferas me ha generado interés este tema.
Y es que para mí, la arquitectura debe convivir en armonía con su entorno. La estructura no debe parecer pegada en el paisaje sino que debe nacer de él. Y creo que es algo lógico, dado que el diseño del proyecto se realiza teniendo en cuenta el terreno y sus características con tal de hacer una cimentación y orientación de la construcción óptimas. Sin embargo, hay veces que algunos edificios no concuerdan con su entorno.
Un ejemplo a mi parecer de esto podría ser el puente de Calatrava en Venecia. Aunque bien es cierto que el diseño es interesante, no concuerda con el estilo le viviendas que lo rodea.
Es un ambiente muy concreto y característico de la ciudad el que le aporta belleza a la misma, mientras que el puente tiene un diseño muy propio de su arquitecto y el cual no parece utilizar elementos representativos de Venecia.
No soy quien para cuestionar el trabajo de un arquitecto, pero en mi opinión esa localización pide un puente más «clásico», hecho de piedra y con uno o varios arcos para dejar paso a las góndolas.
Tras haber pensado esto, he tratado de encontrar un entorno dónde este puente pudiese encajar. Llegando a la conclusión de que este tendría que ser un lugar menos rural, y con una gran presencia de personas, o tal vez en un complejo de animales marinos o un zoo.
En ambos casos la forma y materiales del puente se relacionan de una manera sutil, gracias a las barandillas de vidrio que acentúan aún más la curva y dejan pasar la imagen del paisaje, así como el acabado liso de los materiales de las escaleras y paseo, los cuales hacen que no resalte el puente, y por tanto, dando más protagonismo a elementos como un acuario.
Por otro lado, el entorno es más que algo físico, en él la luz cobra gran importancia, porque esta crea una jerarquía entre los elementos de la construcción, gracias a las sombras y reflejos que genera. Así, una estructura iluminada óptimamente de forma natural, puede presentar grandes beneficios no tan solo económicos y en términos de sostenibilidad, sino también estéticos.
Para mí, un ejemplo de estructura bien planificada para juntar estética, funcionalidad y mensaje de una manera prácticamente perfecta, es el Templo de Abu Simbel.
Y esto es debido a su orientación, dado que los egipcios tenían muy en cuenta la orientación del sol por sus creencias religiosas, este templo fue construido de tal manera que dos veces al año la luz del sol entra en la estructura hasta llegar a la imagen del faraón Ramsés y las estatuas de los dioses Amón y Ra-Heractates. Dejando el mensaje de que este faraón había sido aceptado por Ra (el dios del sol).
Hoy en día esto es visible, incluso tras el traslado de la construcción, y es uno de los principales atractivos turísticos del país.
En este caso, esta estructura será recordada por su alineación con el sol, más allá de sus características estéticas (las cuales no dejan de ser bastante apreciables a nivel artístico y arquitectónico). Por ello este Templo se diferencia de otros, y es esta afirmación la conclusión a la que he llegado.
Una obra arquitectónica es mucho más que una estructura, quiere transmitir un mensaje, una ideología, una cultura. Para ello debe realizarse en un lienzo, en este caso, un espacio, un lugar óptimo para realizar la obra y que está pueda transmitir su mensaje.
Por esto se diferencia tanto una obra de otra, por su presencia en el espacio, el cual ha condicionado la forma de la construcción y convive con ella compartiendo la luz, la temperatura, la gente, la atmósfera en general de dicho espacio, ayudando a definir la obra arquitectónica. De esta forma, nos es posible reconocer un territorio simplemente por su arquitectura.