Hoy en día estamos acostumbrados a ver edificios que alcanzan lo más alto del cielo, con grandes vidrieras que recubren la fachada de los mismo y reflejan la luz del sol. También he observado ciertos edificios impresionantes, únicos en su diseño, pero que no tienen ninguna función para la sociedad. Las calles son cada vez más anchas y las carreteras también, por ende también las grandes ciudades, son enormes.
No he podido evitar pensar en lo lento que ha tenido que ser el proceso para llegar hasta este punto, el cual nos parece algo normal. No obstante, estamos viviendo una época muy privilegiada, a nivel tecnológico y científico. Y es por ello que no está de más mirar de dónde venimos, para poder saber como hemos llegado hasta este punto.
Las primeras estructuras artificiales se distancian mucho de las actuales, utilizando materiales como huesos para poder generarlas y piedra tallada a mano. No fue hasta la llegada del fuego dónde se consiguieron herramientas para tallar y los hogares se comenzaron a agrandar. Seguidamente el ser humano, ya asentado, comenzó a organizarse en grandes grupos y se empezaron a ver las primeras ciudades. Hasta este punto la paja, madera, adobe y la piedra, habían sido los principales materiales.
Mucho después esto cambió, empezaron a surgir nuevos tipos de edificaciones y el ladrillo apareció. Con la llegada del arco, se revolucionó la manera de construir y este comenzó su integración en la arquitectura (esto se dio en la época del Imperio Romano). Tras unos años de avances a nivel tecnológico, en gran medida en el Renacimiento, llegamos a la Revolución Industrial, dónde se empiezan a ver ciudades más parecidas a las actuales, el hierro y el acero comienzan a utilizarse en mayor cantidad y la tierra y la paja estaban siendo prácticamente olvidados a la hora de construir.
Después de varios siglos, llegamos a la época actual, dónde se pueden llegar a construir casas con una impresora 3D, los elementos prefabricados abundan y lo que antes se había destruido para poder asentar un edificio se esta empezando a respetar (la naturaleza). Asimismo los materiales han evolucionado y lo seguirán haciendo, siendo más sostenibles y aportando características muy interesantes a la hora de crear la forma de una construcción.
Una vez hecho este repaso superficial de la evolución de los materiales y apariencia de las ciudades, me he dado cuenta de que todo ahora parece más fácil. Hoy por hoy es muy difícil que un arquitecto tenga que darle muchas vueltas a la puesta en construcción de un proyecto porque la tecnología o los conocimientos técnicos se lo impidan. No necesitamos ser tan innovadores como lo fueron en el Renacimiento iconos como Filippo Brunelleschi, el cual inventó máquinas para realizar de una manera más óptima la cúpula de la Catedral de Florencia.
Es por esto que he llegado a la conclusión de que nuestro presente es tan sólido gracias a nuestras generaciones pasadas, las cuales avanzaron e innovaron para poder demostrar de lo que eran capaces, construían edificaciones masivas en cuanto a proporciones y escala, con herramientas muy rudimentarias, organizaron las plantas de las ciudades (lo cual hoy en día sigue prácticamente igual que cuando se construyeron).
Estos ejemplos son unos de los muchos más que se pueden dar de cómo debemos estar agradecidos de nuestro pasado, porque gracias a él estamos avanzando al ritmo que llevamos. Por último, creo que las generaciones futuras mirarán con la misma perspectiva nuestra época actual, con ternura, pero es parte del proceso de crecer como sociedad, hay que avanzar todo los posible con tal de dejar una buena base para que los que nos tomen el relevo puedan continuar avanzando, y no hay mejor forma de ver los diferentes testigos que se han dejado para cada generación, que observando la arquitectura de siglos pasados.